El teatro español, como el
europeo, surge vinculado al culto religioso. La misa, celebración litúrgica
central en la religión cristiana, es en sí misma un drama, una representación
de la muerte y resurrección de Cristo. Serán los clérigos los que, en su afán
didáctico por explicar los misterios de la fe a los fieles mayoritariamente
incultos y analfabetos, creen los primeros diálogos teatrales: los tropos, con
los que escenificaban algunos episodios relevantes de la Biblia. Estas representaciones,
que tenían lugar dentro de las iglesias, en el coro o parte central de la nave,
se fueron haciendo más largas y espectaculares dando lugar a un tipo de teatro
religioso que fue el teatro medieval por excelencia. Poco a poco se fueron
añadiendo elementos profanos y cómicos a este tipo de representaciones que, por
razones de decoro, terminaron por abandonar las iglesias y comenzaron a
realizarse en lugares públicos: en los pórticos y atrios de las iglesias,
plazas, calles y cementerios. En el siglo XIV, el teatro se emancipó del drama
litúrgico para representarse fuera de las iglesias especialmente en la fiesta
del Corpus Christi y evolucionó en ciclos que podían contar con hasta 40
dramas. Algunos estudiosos creen que, aunque similares a los dramas litúrgicos,
los ciclos surgieron de forma independiente. Eran producidos por toda una
comunidad cada cuatro o cinco años. Las representaciones podían durar de dos
días a un mes. De la producción de cada obra se encargaba un gremio que
intentaba que el tema tuviera que ver con su ocupación laboral; así los
trabajadores de los astilleros podían, por ejemplo, escenificar una obra sobre
Noé. Como los intérpretes eran
con frecuencia aficionados y analfabetos, las obras se escribían en forma de
copla de fácil memorización; no se conocen los nombres de los dramaturgos. Durante este periodo, surgieron
obras folclóricas, farsas y dramas pastorales (siempre de autores anónimos) y,
por supuesto, persistían varios tipos de entretenimientos populares. Todo esto
influyó en el desarrollo de los autos durante el siglo XV. Aunque extrajeran
trama y personajes de la teología cristiana, los autos diferían de los ciclos
religiosos en el hecho de que no se trataba de episodios bíblicos, sino
alegóricos, y estaban representados por profesionales como los trovadores y
juglares.
Destaca Juan del Encina (1468-1529), "Patriarca del
Teatro Español", como uno de los dramaturgos más conocidos de entonces. Su
obra se reduce a una serie de églogas (composiciones amorosas entre pastores y
en verso). Otro autor importante de entonces es Fernando de Rojas, quien obtuvo
un éxito fulminante con LA CELESTINA. ésta se publicó por primera vez en 1499
como la Comedia de Calisto y Melibea. En 1502 apareció la segunda versión
ampliada de la obra que pasaba de constar de 16 a 21 actos y se titulaba
TRAGICOMEDIA DE CALISTO Y MELIBEA. Dentro del teatro español esta obra es una
obra maestra pero aislada y ya el autor afirma en el prólogo el carácter de
lectura dramática de la tragicomedia. Durante el siglo XVI y XVII no se puso en
duda el carácter dramático de la obra, pero desde el siglo XVIII se pone en
duda su carácter dramático por su gran extensión, su ritmo lento y por tanto su
irrepresentabilidad. Es por tanto la Celestina una obra maestra pero aislada.
En el siglo XVI Bartolomé de Torres Naharro, que convivió
en Italia con la vida teatral y el estilo dramático italiano, introduce en
España las teorías del Renacimiento Italiano. En su teoría dramática destaca la
voluntad de sobrepasar los conceptos clásicos. En lugar de aceptar la tradición
sin más, la acomoda a sus propias ideas y proclama la libertad creadora del
autor. Lope de Rueda vivió hacia el año
1545. Escribía y vivía del teatro y tenía una compañía teatral, de las primeras
de actores profesionales en España. Con ella recorría la geografía española con
su teatro ambulante y triunfaba en pueblos y ciudades. La intención principal
de este autor era divertir con un gran repertorio de obras. Él no buscaba la
perfección e improvisaba con frecuencia. Los temas eran predominantemente de la
vida cotidiana y el lenguaje empleado muy popular.
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